publicidad Gobierno
DESTACADAS

Nueva tribu de alto riesgo: ojos “zombies” y lengua de víbora

“Eyeball” y “tongue split”, modificaciones extremas del cuerpo que preocupa a los expertos. Se tatúan la capa ocular de negro y se cortan la lengua. “El cuerpo nos pertenece”, dicen, y abren la polémica.

Un año le llevó a Ayelén Salinas tomar la decisión. Sabía que no le gustaría a su madre. Pero el mes pasado tomó coraje y se sometió a un procedimiento irreversible: se tatuó los ojos de negro. “No quería parecer un zombie, quería perder la mirada”, explicó la joven de 20 años y flequillo negro. El eyeball es una tendencia de modificación extrema que comenzó afuera, llegó al país y es desaconsejada enérgicamente por los médicos por sus graves riesgos.

Si bien nunca antes había hecho algo así, Ayelén modificó su cuerpo en más de una ocasión. De su nariz pende un septum, un aro como los que se coloca a los toros, y sus orejas están expandidas. Lo más llamativo es su tongue split, una separación en la lengua que la asemeja a la de las serpientes. “¿Estás loca?”, se enojó María, su mamá, el día que le descubrió el cambio en su boca, en su casa de Benavídez. Lo que no sabía la mujer es que el rostro de su hija sufriría cambios más audaces.

El sueño de la joven lo cumplió su propio novio, el estudiante de arte y tatuador Russel Frozz Viraca, cuyo local está en la Villa 20, barrio de Lugano. Pese a que él se oponía al tratamiento, después de varias charlas accedió al pedido de su pareja. En 15 minutos el globo ocular derecho de su novia se oscureció para siempre y luego siguió el otro. “Fue una decisión difícil para ambos, no sólo por el riesgo sino por el prejuicio”, reconoció ella, mientras amamanta a su bebe de un mes. Ahora cuenta que en la calle la miran distinto, pero no le importa.

Viraca dice que el primer eyeball lo hizo en septiembre del año pasado. Y que al menos 10 personas ya probaron la peligrosa técnica que él investigó por su cuenta en su local de Lugano. La práctica remite al teñido de iris estudiado por los griegos en 150 d.c. Siglos más tarde el tatuaje se utilizó por prescripción médica para ocultar cicatrices o falta de pigmentación. Y desde 2007 el tatuador australiano Luna Cobra le encontró un “sentido artístico”, aunque advierte que varios intentaron imitarlo con resultados perjudiciales.

¿Cómo es el procedimiento? Con una aguja de califre muy fino y sumo cuidado, el tatuador pincha la capa ocular para inyectar pigmentos en la esclerótica, la membrana blanca más gruesa del ojo. Según explican los tatuadores, la precisión es determinante, ya que si introduce más tinta de la cuenta o se hace a demasiada profundidad, puede provocar daños severos. En cambio, los oftalmólogos condenan la práctica y alertan que, sin importar cómo se efectúe, en todos los casos conlleva riesgo de infección, inflamación y hasta la perdida de visión.

“Soy el único que lo hace en Argentina”, afirma Viraca. Desde que se inició, dice, le llovieron un centenar de consultas a su cuenta de mail, incluso desde países limítrofes, pero él aclara que es selectivo con sus clientes. Necesita que haya una “conexión” y les avisa que, una vez que se hace el tatuaje, no hay vuelta atrás. También, aclara, les menciona los riesgos.

tatuajes_ojos

Alejandro Garómpolo, de 35 años, es uno de los que recurrió al artista de Villa 20 para formar parte de la “tribu” de los eyeball, como él la llama. Ahora tiene los ojos de un camaleón y la lengua bífida. “Duele un poco y no podés mover la mirada”, revela, y asegura: “Cuando me lo hice, el cuerpo me perteneció”.

El muchacho de San Miguel empezó con los tatoo a los 16. Luego fue más allá y comenzó a modificar su cuerpo. Se expandió los lóbulos y los cartílagos de las orejas. Esa última intervención “duele muchísimo” y, según recordó, le llevó un año cicatrizar. En sus brazos, a su vez, resaltan tres implantes subcutaneos que parecen arañas. El de la mano se lo quitaron luego de que se le infectara. Mientras que la línea punteada que va desde su panza hasta su cuello es una escarificación que se practicó él mismo con un bisturí.

Antes de adoptar la mirada de un reptil, Garómpolo preparó a sus dos hijos, de 7 y 9 años, y a su pareja, de 25. “Al más grande le gusta, pero le dio impresión el dolor”, confesó. También se manejó con cautela en la fábrica autopartista donde es oficial múltiple. En su primera entrevista se quitó los expansores y se vistió con camisa de manga larga, para esconder los tatuajes. No obstante, con el tiempo sus compañeros y jefes se acostumbraron. En cambio, todavía lo observan sorprendidos algunos de sus contrincantes cuando compite en torneos de ajedrez, una de sus pasiones que lo situó en el ranking internacional, con 1970 puntos. “Por la calle te preguntan si te drogás, pero soy profesor de ajedrez”, cuenta.

tatuajes_lengua

Guillermo Salguero viajó desde Florianópolis a Villa 20 para atenderse con Viraca. Al igual que él, es tatuador y ama las pinturas sobre la piel. Tanto que cubrió el 80% de su cuerpo, incluida su cabeza. “Solo me faltan los pies y las palmas”, revela. Viraca, además, le cortó la lengua al medio y le hizo un implante en el dedo. “Mi vieja se calentó al principio, pero después se acostumbró”, admite Salguero. Y con un destello en su sonrisa sentencia: “Mi cuerpo, mis reglas”. Sus dientes metalizados no son naturales, sino que brillan por las prótesis que eligió para decorar su boca. (Fuente: Clarín)

 

 


WhatsApp